miércoles, 12 de enero de 2011

La Caída


*Leer con "I know you are but what I am" de Mogwai.



Apago la luz y el interruptor

cae.

De repente una foto de la pared se despega

y

cae.

El pomo de la puerta le sigue con un estruendo.
La puerta del armario se lanza al vacío
como si estuviera deseándolo desde hace tiempo.
Los botones van cayendo uno a uno,
como quien no quiere la cosa.

Lo que empezó como un goteo de caídas
empieza a ser un plan comunitario
(aparentemente doméstico).

La lampara se descuelga ella sola,
la pintura de la pared se suelta a tiras
y
cae.

Los hilos que formaban mi ropa
se han ido desligando
y cayendo,
las patas de la cama ya no aguantan nada
y se han dejado también
caer.

Yo me quedo impávida
ante tanta
caída,
por un instante pienso en levantarme
y aguantar la estantería antes de que decida también caerse
(tiene toda la pinta de ser la siguiente),
pero no,
sigo quieta.

Según el diccionario
mi cara estaba libre de pavor,
pero ¿cómo vas a liberarte del pavor
cuando adivinas el desastre que está a punto de venir?

Cuando has tenido 500 dramas el que hace 501 es mucho menos drama,
eso es todo.

Y efectivamente,
la estantería con todos los libros
se derrumba
y la cosa doméstica empieza a tener carácter de mayúsculas.

Las caídas ajenas
me obligan ya a moverme
y a levantarme de la silla porque ya empieza a cojear
(la primera pata ya se ha lanzado a bajo)
Los ladrillos de la pared se sueltan
uno a uno
o en pareja,
dejando agujeros.
Empiezo a ver la calle desde el que era hasta ahora mi cuarto.
Y descubro que no sólo se caen las cosas aquí,
la calle entera está
caída,
de hecho ya no se puede llamar calle.

Las aceras se han deshecho,
los zócalos
caen
como si estuvieran derretidos,
parece que los semáforos se den la vez para caerse de uno en uno,
la ciudad entera está
cayendo.
Es como un terremoto pero hacía fuera.

Empiezo a pensar que esto va a doler,
que después de tanta caída la siguiente voy a ser yo,
así que como si de un accidente aéreo se tratara
no entro en pánico
e imito los dibujos de los prospectos de los aviones,
intento respirar hondo como si tuviera una bolsita de papel antiestress
y no supiera lo que es reír ni llorar.
Una autómata especialista en situaciones peligrosas,
una domadora del pánico.
Intento concentrarme para ver si consigo parir una superviviente en este caos.

Y entonces
empiezo
a
caer.

Empiezo
a
caer
sobre un lugar donde no hay color
(los que caen sabrán de lo que hablo),
donde no se oye nada
y todo alrededor
cae.

Y en todo ese
caer
ya no queda suelo donde
caer
una vez
caído.

Y así,
me he convertido

en

una


caída.




Texto: Gloria March
Foto: Ainara Pardal
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