sábado, 28 de agosto de 2010

hola

Las ratas de la ciudad me acompañan por las calles
corriendo al ritmo de mis pasos para llegar a verte.
Me sonríen o no sé si es que se están riendo de ti.
Tus amigos mentidos los tengo pegados al oído y no dejan de susurrarme preguntas.
Las estrellas de la bandera de Madrid se han venido conmigo
y las llevo estrelladas en mis sobacos.
Las farolas se van encendiendo y apagando según voy girando.
Vengo a pelo, sin esmalte de uñas ni jolgorio facilón.
Tu polvo blanco se ha querido venir en forma de bruma.
Tu hermano me sonríe al pasar porque le gustaría haber estado en tu lugar.
Las cucarachas del verano juegan en zigzag para ver quien será la primera en llegar.
Tus tripis vienen en bandada como hienas para verte la cara de niño que acaba de descubrir que los reyes magos son los padres.
Las baquetas se han unido marcando el paso en cada adoquín.
Tus amantes me saludan y me animan en esta maratón.
Todas tus sombras se han juntado para hacer un gran oscuro detrás de mi.
Llevo todas tus latas de cervezas apretándome el paso.
La suela de mis zapatos se ha limado como tu lengua de tanto q he andado, y aunque no me salen herpes de chupar baños como a ti,
el asfalto se ha vuelto terciopelo,
y el andar con todos detrás ya es casi un placer.
Los pelos que dejaste en mi cama vienen para echarte cuentas, aunque ya les he dicho que ésto no tiene nada que ver con ellos.
Tus cables vienen apresurados como serpientes en reverberación.
Tus muertos me piden que me cague en ellos pero no tengo tiempo para pararme en algo que no va conmigo.
Todos han querido venir a verte.
Soy la virgen de las causas perdidas en el marco incomparable de la depravación.
Tengo a la ciudad entera acompañándome en procesión detrás de mi,
para encontrarte,
mirarte a la cara,
y simplemente decirte:
hola,
gilipollas,
te has quedado sin arroz al horno.



Texto: Gloria March

viernes, 6 de agosto de 2010

La casa por barrer


Jugábamos partidas de ajedrez con chupitos como peones,
y matando chupitos creíamos que íbamos matando la soledad del otro.
Montábamos carreras en los pasillos de casa desnudos,
pasillo arriba pasillo abajo
se nos pasaban las horas.
Sustituíamos los besos de buenas noches por afters.
Hacíamos como que cuando pensábamos que éramos.

Nunca acabábamos de fumarnos un cigarro
porque enseguida empezábamos a besarnos.

Éramos incapaces de ver una película entera
porque siempre acababas penetrándome.

No dormíamos más de dos horas seguidas
porque tus abrazos no me dejaban respirar y me despertaba.
Nos hacíamos moratones uno al otro
y nos sentíamos orgullosos porque creíamos que aquello era una buena forma de dejar huella.
Nos decíamos poemas ajenos al oído porque pensábamos que era lo que tocaba decirse.

Yo te cortaba el pelo con los dientes y tu trenzabas el mío con los pies creyendo que éramos los únicos que lo hacían.
Llenábamos la casa de restos de comida
porque nos la tirábamos uno al otro
como juego introductorio de algo que no necesitaba introducción.
Tu me llamabas y yo iba,
yo gritaba tu nombre
y tu te girabas.

Escupirnos era nuestro gesto de amor.
Nos duchábamos con las sobras del vino
creyendo que era lo mejor para nuestra piel y que el deseo aumentaría,
pero lo único que conseguíamos era seguir no pensando.
Acabábamos con agujetas de bucear entre nuestras piernas.
Cantábamos, bailábamos y gritábamos como posesos
porque pensábamos que era la mejor forma de exprimir el presente.
Nos encerrábamos en casa pensando que era nuestra mejor guarida y lo único que ocurría era que el tiempo pasaba.
Nos masturbábamos uno enfrente del otro como signo de confianza.
Hacíamos planes de vida al aire,
aunque mientras los dictábamos ni nos dábamos cuenta de que nunca ocurrirían interrumpiendo el dictado con la boca de alguno de los dos.
Creíamos uno del otro que éramos como debiamos ser y no existía nada mejor que aquello.
No necesitábamos a nadie más,
creíamos que no necesitábamos nada más.

Nos prometíamos promesas que no sabíamos realmente qué significaban.
Éramos los reyes de un mundo de sábanas lleno de esperma seco,
y así creíamos que nuestro reino sería imperecedero.
Algo se derrumbaba por dentro pero creíamos que era la viga del porche.
Nuestras conversaciones eran jadeos, creyendo que era el idioma con el que más se comunicaba aunque no entendíamos ni j.
Nos reíamos hasta perder el sentido y creíamos que la felicidad debía ser aquello.

Y en todo ese creer se nos olvidó querernos.
Desaparecimos dejándonos la casa por barrer y las ventanas abiertas.


Texto:Gloria March
Foto:Francesca Woodman