miércoles, 14 de marzo de 2007

Radiografía de una piel

No sabía que me podía enamorar de una piel,
de un olor,
del sabor de tu boca mezclado con la jugosidad de tus labios,
de tus ojos achinados que guardan una mirada de niño revoltoso...esos dos focos negros que me cambian la mirada.

No me digas que no te mire de alguna forma porque es el resultado que provocas en mí cuando marcas tus dos ventanas en mí.

Tu tacto,
tus manos,
tu frente,
tu mandíbula,
tu oreja,
son todo piezas de un mismo placer.

Dos pieles rozándose son el principio de una relación sin palabras que todavía no tiene clasificación.

Más allá del deseo,
bebiendo de la sensualidad,
mezclándonos,
haciendo formas con nuestras piernas,
nuestros brazos...

Tengo el cuerpo con más marcas de las que creí que acabaría teniendo.
Está magullado,
con moratones por todas partes,
mordiscos,
pisotones,
pellizcos corporales,
rozaduras en los pies,
las ingles doloridas
de tanto danzarte
y danzarme sobre ti.

Me enamoré de una piel.

Mi piel se enamoró de otra piel
y arrastró al resto de mi cuerpo.

Mis articulaciones crujen
después de haber sufrido aquella descarga sobre mi cuerpo.


Mis articulaciones están de resaca,
cada leve movimiento de mis muñecas,
mis codos,
mis hombros,
tobillos y rodillas,
me recuerda su origen
y su por qué.

No hay placer sin dolor,
como lágrima sin agua.

Mis músculos están resentidos por aquél peso que aguantaron,
aquella presión que al desaparecer me ha dejado flotando en el aire.

Las partículas de mi piel se pelean
por los pequeños fragmentos de TU,
de tu olor que queda sobre mí,
y los meten en pequeños frascos que absorben.

El azul que me pintaste
pasó al azul de mis venas
y me recuerda que en otro tiempo fui agua,
en parte, gracias a ti.

Parece que nunca ocurriera,
que haya sido como un buen sueño...
pero entonces mi piel grita,
se estremece y convulsiona
mostrándome tus marcas sobre mi cuerpo,
tus mordiscos,
los moratones,
algún rastro azul en alguna esquina de una uña...

En un lugar por clasificar,
con un nombre a denominar,
te encuentras,
mientras nuestras pieles bailan
y nuestros aires se entremezclan
arrastrándonos a nosotros mismos.

Cuando la piel se enamora
de tus marcas de varicela,
de tus cejas,
tus facciones perfectas,
de la redondez de tu cabeza
que alberga tu laberinto interno,
donde cada esquina es una sorpresa
y un placer a descubrir con su propio ritmo,
cuando la piel se enamora,
el cuerpo
inevitablemente,
va detrás.

Por Gloria March

4 comentarios:

Anónimo dijo...

wow! no veas cómo me ha puesto el texto,eh?

Anónimo dijo...

lanjaron?

Anónimo dijo...

Imagino que después de todo esto, la recuperación debe ser larga.

mario dijo...

cada día estoy más convencido de que la autentica sabiduría reponde antes a una cuestión olfativa que racional.

El texto deberías acompañarlo de un audio de una canción de Gabinete Caligari que decía: "Golpes, golpes ¿donde irán los golpes?"